jueves, 17 de septiembre de 2009

Presentación del libro: Represión en democracia


De la "primavera alfonsinista" al "gobierno de los derechos humanos"

María del Carmen Verdú

Jueves 24 de setiembre - 20 horas

Escuela Alem - La Paz 45 - Paraná.



COORGANIZAN:

Mesa Redonda de Entre Ríos - Espacio de formación, construcción y acción política
Proyecto de Extensión "Por una nueva economía, humana y sustentable" - UNER
Proyecto de Extensión Antidiscriminatorio y Antirrepresivo - UNER
Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias de la Educación - UNER
Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación - UNER
Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos Seccional Paraná - AGMER Paraná
Central de Trabajadores de la Argentina Seccional Paraná - CTA Paraná
Biblioteca Popular "Alfredo Palacios"
Revista "El Colectivo"
Revista "PESO - Pensar Económico Social"
Radio Cualquiera - Paraná
Red Nacional de Medios Alternativos - RNMA
Curso de 1º "C" Escuela Nº 1 Leandro N. Alem

martes, 4 de agosto de 2009

Una sociedad salvaje y un modelo para pocos

Nuevamente aparecen amenazas en el horizonte paranaense, ante la eventual apertura de un nuevo hipermercado de la cadena Changomás, de propiedad de la firma norteamericana Wal Mart (una de las empresas de mayor facturación del mundo). Amenazas que tienen que ver con el fuerte impacto negativo que genera sobre la sociedad, y de los múltiples perjuicios de todo orden que acarrea (económico, social, ambiental, etc.)

Llama la atención la inexplicable inacción de las autoridades gubernamentales de nuestra provincia, ante un fenómeno suficientemente conocido y estudiado, no sólo en el país y en el mundo, sino también en nuestra propia provincia. Es de destacar que la fuerte desregulación de la actividad comercial minorista que se inició en la década de los años ’90 de la mano del modelo neoliberal, benefició abiertamente a los sectores económicos más poderosos (en especial de origen externo), y abrió el camino para el tránsito hacia una sociedad más desigual, excluyente y salvaje.

Abrir un hipermercado tiene consecuencias conocidas, la mayoría de ellas negativas desde el punto de vista de los sectores mayoritarios de la sociedad, aunque a veces logra un impacto inicial engañoso sobre sectores de la población poco informados, donde existen expectativas de acceso a mejores precios en los productos de consumo familiar. Sectores que guiados por una visión microeconómica y cortoplacista, sufren el espejismo de poder comprar productos “más baratos”, agrupados en un mismo lugar y en horarios más amplios; pero ignoran los efectos posteriores, que pueden incluso llegar a afectarlos directamente con la pérdida de su propia fuente laboral, y de modo indirecto con una economía mucho más débil y dependiente, y una sociedad más desigual e insegura para todos.

Desde la década del ’90 se han realizado estudios sobre el impacto de la radicación de hipermercados en diferentes localidades, y hay una coincidencia general (en aquellos que surgen de investigaciones independientes de la influencia de intereses particulares) acerca de las denominadas “externalidades negativas” sobre la comunidad donde se establecen. Las externalidades se refieren a efectos que provoca la actividad sobre el resto de la sociedad, que no son asumidos por la empresa que los provoca sino que deben afrontar otros sectores.

¿Qué consecuencias genera la apertura de un hipermercado?

Uno de los primeros efectos tiene que ver con el desvío de la demanda de bienes de consumo por parte de sectores significativos de la población, que canalizan su poder de compra desde comercios tradicionales hacia el nuevo hipermercado. Efecto que a su vez va a generar otros impactos negativos en cadena que de a poco irán impactando al resto de la economía local y de la sociedad en su conjunto. De varios estudios realizados, se desprende la conclusión de que este desvío de la demanda hacia el hipermercado provoca un cierre masivo de pequeñas y micro empresas de la localidad donde se radica (estimado según el tamaño del hiper, en varios cientos de negocios afectados, considerando no sólo a los almacenes tradicionales, despensa de barrios, comercios minoristas, etc, sino también muchas actividades que son a su vez proveedoras de diversos bienes y servicios a los que cierran –y que van cayendo luego por efecto dominó-).

Se puede señalar, por ejemplo, un estudio de hace más de diez años, que explicaba que por cada puesto de trabajo que se creaba en un supermercado entre 4 a 6 empresarios minoristas debían cerrar perdiendo su fuente de ingresos. Claro que hoy esa relación es mucho más elevada, por la fuerte racionalización e incorporación de tecnologías (que logran atender mayores superficies con menor cantidad de empleados), lo que lleva a un mayor impacto negativo sobre los pequeños negocios existentes en la actualidad.

El efecto en cadena no se detiene allí, sino que en muchos casos los negocios afectados que deben cerrar no son sólo de emprendedores unipersonales o de actividades cuentapropistas, sino que está involucrado un numeroso plantel de personal en relación de dependencia y trabajadores familiares, por lo que se provoca un “efecto desempleo” mucho más dramático aún, lo que se estima en una cifra superior al millar de puestos de trabajo perdidos por cada nuevo hiper radicado en una localidad. En concreto, esto significa expulsión del “mercado laboral” para varios cientos de familias (y miles de personas), que dejan de percibir un ingreso y son arrojados a la absoluta marginalidad, en una economía de mercado que sólo reconoce las necesidades de quienes tiene poder adquisitivo.

Pero el efecto desplazamiento de la demanda de bienes de consumo hacia el hipermercado, tiene otros impactos negativos. Por ejemplo, el conjunto de productores locales y de la zona que proveen habitualmente al comercio minorista, que se verá desplazado, ya que en general no es un cliente natural de la gran cadena de supermercados (que tiene una política de compras concentrada a nivel nacional, que se define en su casa matriz). Consideramos acá a los productores de frutas y verduras de la región, a las pequeñas manufacturas casi artesanales, a las fábricas de productos alimenticios, etc.

En este nuevo efecto negativo que estamos considerando, el riesgo para los pequeños productores de la región es perder el mercado de los comerciantes minoristas locales, o (en el “mejor” de los casos) sufrir un fuerte ajuste hacia abajo en los precios que perciban de parte del comprador monopólico y otras condiciones abusivas que les imponen. En el impacto que sufre este sector económico y social, debemos considerar entonces un mayor número de desempleados, con el doble efectos económico (destrucción de actividades productivas) y social (más personas desocupadas y familias sin ingresos).

También se puede mencionar otra preocupante consecuencia sobre la economía local y provincial que se produce con la apertura del hipermercado. El fuerte peso en las ventas de esta gran empresa, significa que una parte importante del poder adquisitivo (y del dinero en circulación en el sistema económico local) va a parar a las cajas registradoras, y desde allí se suben al camión de caudales, que trasladará esos recursos monetarios constantes y sonantes fuera de nuestra provincia. Eso significa que el efecto multiplicador que tiene normalmente la demanda sobre la actividad económica, en este caso se transforma en un “multiplicador negativo” ya que gran parte del dinero existente desaparece de la región cuando ingresa a las arcas del hipermercado. Es el llamado efecto “desertización” que “seca” de recursos líquidos a la localidad donde funciona.

Lamentablemente el impacto negativo no termina allí. No hay que olvidar que el aporte de los hipermercados que vienen de fuera de la provincia (con presencia en varios lugares del país), es sustancialmente inferior en relación a los impuestos que deben pagar las empresas de la región. Eso sucede porque los mismos no tributan en función de sus ventas, ni en la provincia ni en la municipalidad. Por lo dispuesto en el Convenio Multilateral, parte de los tributos lo declaran y abonan en el distrito donde se ubica la sede central de sus negocios a nivel nacional (más comúnmente en Capital Federal). Esto tiene una doble consecuencia negativa: es una forma de competencia desleal en perjuicio de las empresas de la provincia (que deben tributar proporcionalmente mucho más que el hipermercado); y le quita valiosísimos y necesarios recursos a las finanzas municipales y provinciales, lo que afecta negativamente a la prestación de sus servicios a la comunidad en su conjunto. También agrava el ya comentado efecto “desertización”, puesto que son recursos líquidos que pagan los consumidores que compran en el hiper y se van de la provincia.

En relación al aparente efecto positivo sobre los precios, también existen estudios que muestran que las diferencias con los precios del comercio tradicional no son tan significativas. Pero además, hay otro factor que hace que los clientes habituales de los hipermercados terminen gastando más en sus compras que lo que gastan en el comercio tradicional. Es el factor de las “compras por impulso”, que lleva a realizar adquisiciones de productos que no iban a hacerse ni eran considerados necesarios, pero que por la propia naturaleza irracional de los consumidores, terminan comprando y gastando mucho más.

También es muy relativo el posible efectos favorable que tendría sobre los precios, un mayor peso de los hipermercados en el control del comercio minorista. Sucede que cada nueva boca que abre la cadena, mayor es su poder sobre varios sectores productivos que comercializan con la misma (ya sea hacia atrás o hacia delante). Eso les da la posibilidad de imponer precios más bajos a sus proveedores, y precios más elevados a los clientes (en relación a sus costos).

Esta circunstancia es lo que explica que en muchos productos alimenticios, los productores reciben un valor insignificante por su producción, pero el mismo producto llega a la góndola a un precio varias veces superior, que es lo que debe abonar el consumidor al final de la cadena. En definitiva, la mayor parte del excedente generado por el trabajo en cada uno de los complejos agroalimentarios, termina concentrado en muy pocas manos, consolidando una sociedad abiertamente desigual en términos de distribución del ingreso y la riqueza.

Esto pone sobre el tapete otra grave cuestión social, que es la creciente marginalidad y pobreza, que junto a las grandes desigualdades distributivas constituye una de las fuentes generadoras de mayor inseguridad y de existencias de delitos, que afectan de manera cada vez más preocupante a toda la población. Está estudiado a nivel nacional y mundial la íntima relación que existen entre la grave situación social de marginalidad y desigualdad, con el mayor número de delitos por habitante. Pasa tanto en países como Brasil o Paraguay, como en el propio centro del poder mundial capitalista como son los Estados Unidos. En cambio, en sociedades más equitativas y sin tantas diferencias sociales, los índices de delincuencia son sustancialmente menores, como en Francia, Alemania o los Países Bajos (donde también tienen estrictas regulaciones para la apertura de grandes superficies comerciales).

En síntesis, estamos hablando de un tema que por sus fuertes y múltiples consecuencias merece un amplio debate en nuestra comunidad, antes de que el peso de los hechos consumados impida tomar una decisión razonable en beneficio del conjunto.

Es necesario poner en consideración todas las externalidades involucradas en la posible apertura de un nuevo hipermercado en nuestra ciudad, para que seamos conciente de que lo que está en juego es de vital importancia para las y los paranaenses. No es sólo un mega emprendimiento que dará empleo a docenas de personas, y permitirá ir a comprar una variedad mayor de productos con menores precios. Son también los cientos de micros y pequeñas empresas de la región que deberán cerrar sus puertas. Son también los miles de puestos de trabajo que desaparecerán para una variedad de actividades. Son también los numerosos clientes que perderán los productores de la zona y la fuerte caída de sus ventas que deberán soportar. Son también los importantes recursos monetarios que se irán del circuito local y provincial, afectando negativamente el potencial multiplicador de la actividad económica. Son también los menores ingresos que significarán para las arcas del municipio y la provincia, por tributos que no se pagarán en nuestro territorio (y por lo tanto, muchos servicios de salud, educación, justicia, seguridad, alimentación, vivienda, etc, que no podrán prestar). Es también la consiguiente destrucción de un tejido económico y social diversificado y desconcentrado, a favor de la mayor rentabilidad y una enorme concentración en manos de una gran empresa extranjera, que no tiene ningún vínculo con el presente y el futuro de esta localidad.

Ya vivimos los argentinos lamentables experiencias similares, con el dólar barato de Martínez de Hoz (durante la última dictadura) y de Menem-Cavallo (en los años ’90), cuando la compra de bienes importados a precios muy reducidos hacían pensar en la posibilidad de una sociedad que viviera del consumo y destruyera su propia producción y fuente generadora de trabajo.

En resumen, es la opción entre seguir construyendo una sociedad salvaje, con beneficios para muy pocos; o decidirnos de una vez por todas a comenzar a transitar otro camino, más civilizado y que nos permita a todos vivir mejor y con dignidad. La opción entre el espejismo de creer que vamos a estar mejor porque logramos cierta comodidad y precios algo más reducidos; pero poniendo en peligro la situación de la gran mayoría, renunciando a un horizonte de largo plazo que implique una sociedad que valga la pena ser vivida.

Luis Lafferriere

martes, 14 de julio de 2009

Seminario Intensivo de Economía Para Todos

LA ECONOMIA POLITICA ARGENTINA 1970-2009

¿DE DONDE VENIMOS?

¿DONDE ESTAMOS?

¿HACIA DONDE VAMOS?


El Proyecto de Extensión “Por Una Nueva Economía, Humana y Sustentable” de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos organiza el Seminario Intensivo `La Economía Política Argentina 1970-2009: ¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?’

Se intentará dar respuesta sobre las causas que llevaron al fenomenal retroceso que ha vivido la sociedad argentina en las últimas cuatro décadas, a lo que está sucediendo hoy y a las perspectivas para los próximos años.

El seminario se desarrollará en cinco encuentros, durante cinco días consecutivos, comenzando el lunes 27 de julio, de 18 a 21 horas. El quinto día se realizará un taller para debatir el presente y el futuro de la Argentina, sobre la base de la bibliografía sugerida, un documento disparador del debate y de consignas propuestas por los docentes.

El seminario se dictará en la Facultad de Ciencias de la Educación, calle Buenos Aires 389 de Paraná (Entre Ríos), y estará a cargo de los profesores de la materia Economía de la carrera de Comunicación Social. La inscripción se puede hacer directamente el primer día de actividades, o a uno de los correos electrónicos indicados más abajo.

El costo del seminario es de 15 pesos, y se entregará Certificados de Asistencia y de Aprobación. Para los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación la asistencia es libre y gratuita (salvo que deseen recibir el correspondiente certificado, en cuyo caso deben abonar la inscripción).

Se puede solicitar mayor información vía E-Mail a los correos electrónicos siguientes: info@porunanuevaeconomia.com.ar / luis.lafferriere@gmail.com

domingo, 5 de julio de 2009

Sobre Honduras

Desde aquella consigna de Monroe (1823) “América para los americanos”, que tuvo la interpretación de “América para los norteamericanos” por parte de los pensadores Latinoamericanos, las estrategias de los gobiernos Estadounidenses siempre han apuntado a tener el control, de una u otra forma, con las consideraciones que este país tenía respectos de las independencias de los del sur, o, en una forma más directa, nombrando un embajador, mediante relaciones políticas y con, como es de público conocimiento, intervenciones militares. Monroe, en carta del 2 de diciembre de 1823 decía:

“…de consiguiente, la franqueza y las relaciones de amistad existentes y los Estados Unidos y esas potencias (Gran Bretaña, Francia, el imperio Ruso del Zar, holanda, etc.) nos obligan a declarar que consideramos peligroso para nuestras paz y seguridad toda tentativa por parte de ellas para extender su sistema a una porción cualquiera de este hemisferio”[1].

Desde fines del siglo XIX las políticas estadounidenses tienden a ser directamente imperialistas, lo que merece una reflexión por parte, no sólo de todos, si no más bien de la sociedad norteamericana. “La política del garrote” del “colorario Roosevelt” no termina, sigue en pie tomando otros colores. En 1929- 33 surge el “Nuevo trato” como política exterior, cuya política es puesta a prueba posteriormente, una vez triunfante la revolución cubana declarada socialista, en la Bahía de cochinos. Los bloques siguieron, el imperialismo comercial también, ahora se agregaba la intervención militar.

En 1965, la intervención militar de Nicaragua forzada por el presidente estadounidense Lyndon Johnson, quedó demostrado que por más que entre en crisis la educación, de la cultura, por más que los avances tecnológicos nos acerquen cada vez más, la democracia es incompatible con el imperialismo, es pensar en algo irrealizable si no se corta la relación de dependencia con los Estados Unidos en particular y de todo imperialismo en general. Como algunos lo llaman la última estación de la política de una cultura, el imperialismo no se contrapone para nada con la democracia estadounidense, con las repúblicas hechas bajo el calco y la copia, con constituciones forjadas en una la matriz Yankee. Entonces, lo que queda para las nuevas generaciones, como legado de todo pueblo despojado de identidad, es crear un nuevo tipo de política, un nuevo tipo de cultura, siguiendo los caminos de los rublos que vienen luchando por la autodeterminación y la soberanía política y económica.

Hoy Honduras vive sobre las garras de los huitres y chacales, como diría el Che, nuevamente los títeres del imperialismo Yankee someten con armas de todo tipo al pueblo generando el terror y la desesperación. En estos momentos se hace necesario apoyar al pueblo, no dejarlo caer, hacer llegar nuestras adhesiones y poner el grito en el cielo ante la intervención militar.

Nuevamente en nuestra América, así como en épocas de Sucre, Bolívar, San Martín, Artigas, etc., o, como también en momentos de las revoluciones obreras y campesinas, los pueblos del mundo ven pasar nuevos vientos, depende de estos detenerlos y darles su heroica forma. Lo que sucede hoy en Honduras, necesariamente, necesita que la comunicación, como motor del flujo informativo, haga rodar por todas partes el repudio.

[1] América Latina y Estados Unidos. Biblioteca fundamental del hombre moderno, CEAL S.A (1971).

Mario Daniel Villagra






domingo, 14 de junio de 2009

La clase obrera en la Argentina




El historiador especialista en el estudio del movimiento obrero, Dr. Roberto Tarditi, visitó el sábado 16 de mayo la ciudad de Paraná para dictar la primera de las cuatro reuniones pactadas del seminario La clase obrera y el movimiento obrero en Argentina y el contexto latinoamericano (1878-2009), organizado por AGMER (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) y el Proyecto de Extensión Por una Nueva Economía, Humana y Sustentable. Una vez finalizado el encuentro, Tarditi accedió amablemente a ser entrevistado.

—Hay quienes argumentan que la clase obrera ya no existe. ¿Usted qué piensa? ¿Quiénes cree que constituyen hoy la clase obrera?

La idea es falsa. Toda la riqueza, o por lo menos la amplísima mayoría de ella, pasa por las manos de los trabajadores, desde la luz que nos ilumina, el papel, el trigo o la harina que consumimos. Es decir: la producción de la riqueza, recae sobre las manos de los trabajadores. Y el grueso de esos trabajadores, prácticamente la totalidad, son asalariados y están organizados: tienen sus sindicatos, se reconocen con sus organizaciones sindicales, forman parte de partidos políticos con influencia sobre la clase obrera, e intervienen en las luchas; son los que se movilizan, cortan calles y hacen huelgas, dándole una continuidad a la lucha a lo largo del tiempo en la historia argentina. Y son los que concurren cuando hay grandes movilizaciones, convocadas generalmente por las centrales sindicales. Hace poco, por ejemplo, el día previo al 1º de mayo, la CGT (Confederación General del Trabajo) convocó a un acto donde los trabajadores participaron. Este no fue el único: al día siguiente hubo un acto en la Plaza de Mayo y otro en la Plaza Lorea, donde se recordaban los cien años de la Semana Roja —otro hecho protagonizado por los trabajadores, el 1º de mayo de 1909 —. Es decir, que este argumento— el de quienes sostienen que la clase obrera ya no existe— forma parte de una batalla del enemigo de la clase obrera, un ataque en profundidad: han logrado crear una situación por la cual pueden plantear ese argumento.

—¿Cuáles son esas condiciones que generó el enemigo para poder decir que no existe la clase obrera?

En primer lugar, tienen una fuerza organizada y centralizada muy poderosa para intervenir sobre la conciencia de la población, especialmente a través de los grandes medios de comunicación, pero también por medio de otros aparatos ideológicos del Estado: eso se difunde también a través de la Iglesia, del sistema jurídico, de la escuela y del sistema de salud. Buscan convencer a la población, en este debate en el plano de la conciencia, de que la clase obrera no existe, negando algo que la realidad se encarga de mostrar día a día.

—Las fábricas recuperadas, ¿qué vinieron a aportar a los trabajadores?


Las fábricas recuperadas ponen a los trabajadores en la posición de, en primer lugar, conseguir los medios de vida bajo prácticamente las únicas posibilidades que se les presentan: en este caso es agruparse de manera cooperativa y hacer lo que siempre han hecho, que es trabajar. Creo que eso es lo que mueve a los trabajadores que participan en esta experiencia. Esto tiene el componente muy importante —aunque no el único en la historia de la clase obrera argentina— de que los trabajadores son propietarios de los medios de producción, en la medida en que logran constituirse como cooperativa. Tiene ese “socialismo en potencia”. Y yo creo que a este ejemplo contagioso, el de los obreros que pueden producir sin patrones y de hecho lo están haciendo, el mismo aparato que decíamos que niega su existencia no hace referencia. Es muy poco lo que trasciende sobre cómo funcionan las empresas recuperadas y la presión judicial, policial y política que sufren los trabajadores. Y sobre todo la presión económica: hay un boicot por parte de los propietarios del capital, en algunos casos, que consiste en no abastecerse con los productos hechos en las empresas recuperadas.


Bibliografía sugerida y trabajada en el seminario:

-Iñigo Carrera, Nicolás, La estrategia de la clase obrera 1936.

-Gramsci, Antonio; Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerza, en Notas sobre Maquiavelo.

martes, 9 de junio de 2009

Entre Ríos: Pobreza, saqueo y obsecuencia K

Las relaciones financieras entre la Nación y las provincias se han caracterizado durante los últimos 20 años por un proceso sistemático de saqueo de la riqueza y de los recursos por parte del Estado central, que actuó como intermediario y gestor de los intereses más poderosos de la Argentina.

Durante la década del ’90, el justicialismo menemista a nivel nacional promovió un modelo económico y social de concentración, extranjerización y creciente desigualdad distributiva, para lo cual se valió también de la apropiación de gran parte de los recursos que pertenecen a las provincias argentinas. Lo hizo en violación no sólo de las leyes vigentes, sino también de la Constitución Nacional y del régimen Federal de gobierno.

Reflejo de esa política de saqueo y funcional a la misma, los gobiernos justicialistas de nuestra provincia (con hegemonía del bustismo) permitieron esa apropiación, con una actitud obsecuente hacia la orientación neoliberal de Menem y Cavallo, apoyando con medidas propias la entrega de recursos que nos pertenecían legítimamente. Eso significó para Entre Ríos la pérdida de alrededor de dos mil millones de pesos/dólares entre los años 1992 y 1999 (cuyo Estado acumulaba para entonces una deuda total de 850 millones de pesos/dólares).

Cuando la convertibilidad entra en crisis (2001-2002) muchas provincias (entre ellas la nuestra) deben emitir cuasi monedas para afrontar las dificultades fiscales. En el caso del Bono Federal, que se emitió por un valor de 250 millones de pesos, se evidencia la gran responsabilidad compartida del justicialismo a nivel nacional y provincial, que creó las condiciones para que desembocáramos en esa lamentable y dramática situación (por ejemplo, lo que Entre Ríos perdió por violación a los porcentajes de la distribución primaria de la ley de coparticipación vigente, representaba un 800 % del valor de los bonos que debió emitir para afrontar obligaciones fiscales). /1

En lo que llevamos de este nuevo siglo, la historia continúa y el saqueo se profundiza. Y los responsables de esta situación siguen siendo los mismos actores: el justicialismo K a nivel nacional (continuación del menemismo) y el justicialismo bustista a nivel provincial.

La continuidad de la entrega de nuestros recursos (en violación de las leyes y de la Constitución Nacional) permite que cada año Entre Ríos deje de recibir fondos por más de $ 1.100 millones, sin que sus gobernantes hagan siquiera un mínimo reclamo al Gobierno nacional y renunciando a la defensa de nuestros legítimos intereses.

A esa cifra se suma el incumplimiento del artículo 7º de la ley de coparticipación, por lo cual esta provincia dejó de percibir entre el 2002 y el 2008 más de $ 500 millones (monto que tampoco se ha reclamado legalmente como corresponde).

Pero el saqueo de los recursos entrerrianos se ha profundizado desde el año 2002, cuando el Estado Nacional impuso las retenciones a las exportaciones agropecuarias, que no son coparticipadas con las provincias productoras, y que para el año 2008 significaron que el sector agrícola de Entre Ríos aportara más de $ 2.000 millones, sin recibir nada a cambio.

Coparticipación: Lo más importante es la distribución primaria /2

Si bien es cierto que existen sectores dentro del territorio provincial que tiene suficiente capacidad contributiva y es muy poco lo que aportan al fisco entrerriano (situación cuya responsabilidad está también en el mismo gobierno), es indudable que la principal fuente de ingresos para reforzar las limitadas finanzas públicas de la provincia reside en los cuantiosos recursos que se lleva la Nación. Máxime teniendo en cuenta que son cada vez menos los servicios que presta el Estado central a nuestra población, ya que la gran mayoría de los mismos está a cargo del Estado provincial y las Municipalidades (justicia, educación, salud, seguridad, asistencia alimentaria y habitacional, preservación de la infraestructura pública, etc).

¿Por qué razón la clave está en la distribución primaria de los impuestos coparticipados? Según la ley vigente Nº 23.548, los impuestos coparticipados son aquéllos que acuerdan la Nación y las provincias de unificar su recaudación y distribuirlos en un determinado porcentaje: al Estado nacional le corresponde un 44 % del total recaudado, y a los Estados provinciales el 56 % restante (se trata de la llamada distribución primaria). Luego las provincias se reparten entre sí la porción que les toca, en función de criterios acordados en la ley (es la distribución secundaria).

Pero sucede que los cambios operados a la mencionada ley (y avalados por nuestros gobernadores), dan como resultado una situación absurda: del total de la recaudación tributaria nacional (sin contar los impuestos al comercio exterior ni las contribuciones a la seguridad social), el conjunto de las provincias reciben en concepto de Coparticipación Federal (distribución primaria) menos del 30% (el 29,97 %, el 29,06 % y el 27,67 %, en los años 2007, 2008 y Enero-Abril de 2009). /3

Queda claro, entonces, que los recursos que debería recibir Entre Ríos en forma automática por Coparticipación, son casi el doble de lo que recibe en la realidad. Ello significa que nuestra provincia, sólo en el año 2008, habría dejado de percibir alrededor de $ 2.500 millones. Todo esto sin considerar lo que aporta como impuestos a las exportaciones agrícolas, que sólo capta la Nación.

La contratara de esta actitud de obsecuencia hacia las políticas nacionales del gobierno K, es la insuficiencia de recursos para afrontar las erogaciones que demanda mantener la prestación de servicios públicos indispensables para la gran mayoría de la población entrerriana, que se encuentran en un lamentable estado de deterioro, agravando las dificultades que soportan las decenas de miles de comprovincianos que viven en la pobreza y en la indigencia.

Luis Lafferriere

1/ Lafferriere, Luis. “El desfinanciamiento del sector público en la provincia de Entre Ríos”. 2003.

2/ Lafferriere, Luis. “Coparticipación. Lo central es la distribución primaria”. 2006.

3/ Comisión de Coparticipación Federal de Impuestos – Senado de la Nación. “Boletín” Nº 5 y Nº 9.

lunes, 6 de abril de 2009

Entre Ríos: se nos viene la tormenta


La siguiente nota, elaborada por Luis Lafferriere, fue publicada en el último número del semanario Análisis.


Ubicada en la periferia de la periferia del capitalismo mundial, la provincia de Entre Ríos parece estar condenada a sufrir no sólo por los efectos de la lógica fría del mercado salvaje, sino también por la incapacidad, la desmedida ambición y la corrupción de sus gobernantes. La difícil situación en la que vive la mayor parte de su población tiene causas muy variadas, algunas provienen del contexto nacional y mundial en la que se inserta la provincia, y otras se relacionan con la responsabilidad de los propios actores entrerrianos con capacidad de incidir en el rumbo de nuestra sociedad (empresarios y políticos fundamentalmente).

El llamado neoliberalismo que se impuso en casi todo el mundo en las últimas décadas, se llevó adelante en la Argentina a partir de los años ’90 de la mano del menemismo, que completó la obra iniciada por la última dictadura militar. En esos años se terminó de destruir el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, y se fue esbozando un nuevo modelo económico y social, más concentrado, excluyente y vulnerable, con unos pocos beneficiados y una gran mayoría relegada (entre los millones de sobrantes y los que luchan por no caer debajo de la línea de flotación).

En paralelo, el neoliberalismo asoló también a Entre Ríos de la mano del Partido Justicialista (hegemonizado por el bustismo), con ajustes, privatizaciones, concentración económica, entrega de nuestros recursos legítimos al Estado central, clientelismo con dinero de los ciudadanos y numerosos actos de corrupción de muchos de sus funcionarios. También se fue expandiendo el modelo de monoproducción de soja transgénica, con sus secuelas de mayor concentración, de expulsión de la población rural y de una gigantesca contaminación que afecta a gran parte de la población expuesta a la fumigación que requiere su producción.

En ese marco, desde el año 2003 pudimos vivir una situación de alivio relativo, gracias a un contexto mundial abiertamente favorable (por los altos precios de nuestros productos primarios). En este período mejoraron sustancialmente los ingresos tributarios, tanto de recaudación propia como los coparticipables, lo que logró recomponer la situación fiscal, pero a costa del deterioro de los salarios del sector público y de mantenerse contenidos muchos gastos sociales (afectando los servicios públicos que reciben los sectores mayoritarios de la sociedad). Sin embargo, esa abundancia de fondos que llegaron merced a una situación que ni siquiera generó la propia política provincial, no fue aprovechada tampoco para preparar a Entre Ríos ante una eventual reversión del ciclo económico, como comenzó a suceder a partir del año 2008.

Como todo ciclo capitalista, llegó el momento de su final y lamentablemente no nos encuentra en buenas condiciones como para soportar los rigores de la tormenta que se avecina. Al igual que en ciclos anteriores, el manejo irresponsable de los recursos en el momento de auge no llegó a beneficiar a amplios sectores de la población, por lo que es probable que ahora en la caída se busque descargar los costos del ajuste sobre esos mismos sectores, con el argumento de “la crisis mundial”. Si bien están llegando las primeras brisas (elevada carestía de la vida, marcada disminución de las ventas, baja de la producción y de los ingresos, menor recaudación propia y coparticipada, etc.), el impacto de la crisis será muy duro.

Pero la forma en que afecte a cada sector dependerá de su fortaleza y de la resistencia que pongan, frente a la clara insuficiencia de las políticas públicas anunciadas y de su fuerte orientación regresiva, que sólo atinan a mantener las líneas esenciales del mismo modelo concentrado y excluyente que se ha construido, aunque con pésimas perspectivas para los sectores perdedores una vez desatada la tormenta. Es de esperar que los sectores económicos más poderosos busquen protegerse con mejores herramientas y más equipados para semejantes contingencias. Pero es preocupante que la conducción política no dé señales de estar preparada (ni de tener intenciones) para asumir la representación de los sectores populares, que se hallan en una situación más vulnerable, y sólo se limiten a repetir la vieja fórmula ortodoxa de ajustar, ajustar y ajustar (más impuestos, mayores tasas, más tarifas, menos sueldos, menos haberes, etc).

Preocupados sólo por sus individuales intereses, la dirigencia entrerriana sigue jugando el mismo juego de siempre, en el marco de un sistema nacional y mundial que privilegia a favor de los más poderosos. Incapaces de entender la gravedad de la crisis que recién asoma, piensan curar el cáncer con aspirinas, y al actuar así están condenando a la gran mayoría de la sociedad a sufrir nuevos horrores. Una crisis de la magnitud que se presenta en esta oportunidad sólo tiene salida favorable en el marco de un cambio de fondo (social, cultural y político), con una nueva economía, humana y sustentable, que sirva de base material para una nueva sociedad.