martes, 3 de marzo de 2009

Historia - La crisis de 1929


La Gran Guerra de 1914 a 1918 dejó un saldo pavoroso de muertos, heridos y destrucción material en casi toda Europa, sobre todo en los países beligerantes: Alemania, Francia, Rusia y Gran Bretaña. Provocó grandes conmociones políticas y sociales. Estalló la Revolución Rusa (1917) que culminó con la organización del primer Estado Socialista del mundo, denominado Unión Soviética. Hubo un clima revolucionario en la posguerra, con movilizaciones obreras y socialistas que fueron controladas por los sectores dominantes, originando gobiernos totalitarios de derecha como el fascismo en Italia.
La economía europea quedó tan maltrecha que perdió su hegemonía frente a los Estados Unidos. Durante medio siglo, la economía norteamericana había crecido a un ritmo colosal, especialmente su industria. Mientras Europa había sufrido una enorme destrucción por haber sido escenario de la guerra, los Estados Unidos salieron ampliamente favorecidos por la contienda. Fue el gran vencedor. Antes del conflicto, era deudor de Europa; después, fue su acreedor. En la posguerra, realizó importantes inversiones, y consiguió créditos para recomponer la economía europea y buscar una solución a las compensaciones dispuestas por los Tratados de Paz.
Los norteamericanos vivían una época de extraordinaria bonanza. Hacia 1928, su producción industrial alcanzaba el 48 % del total mundial, más del 15% de las exportaciones, y acumulaba la mayor reserva de oro del mundo. Su economía crecía incesantemente y todos confiaban un futuro venturoso. Esta presunción, desconocía o negaba de plano que el capitalismo tiene un comportamiento cíclico, con momentos de expansión y auge que terminan en una crisis. Estas son de distinta intensidad: algunas pueden ser superadas sin grandes cambios —como las crisis cíclicas del siglo XIX, que dieron lugar a un constante proceso de concentración del capital—; otras, más profundas, requieren reformas de fondo dentro del sistema, como la crisis de 1929 (y probablemente ésta, de 2008).

El aumento de la producción norteamericana empezó a encontrar un límite en la demanda. Se creyó que la solución estaba en la multiplicación de la venta a créditos. La economía quedó empapelada mientras la superproducción siguió superando, ampliamente, a la demanda.
A fines de octubre de 1929 estalló la crisis en Wall Street. Las acciones cayeron en picada, dramáticamente, y arrastró a toda la economía norteamericana. Produjo la crisis más grave sufrida por el sistema capitalista en cinco siglos: decenas de miles de empresas quebraron, millones de trabajadores perdieron su empleo, la producción y los precios cayeron abruptamente.
Siendo el capitalismo un sistema mundial, si su principal engranaje se había roto, toda la maquinaria debía quedar afectada: los países industrializados de Europa, sus colonias y toda América Latina. Sólo la Unión Soviética escapó de la catástrofe.
Le sucedió la Gran Depresión. La irracionalidad del Sistema Capitalista se mostró con toda su brutalidad: mientras millones de norteamericanos sufrían hambre, eran sacrificados sin provecho miles de animales y quemadas miles de toneladas de granos alimenticios para mantener los precios. Transcurrieron años antes de encontrarse la salida. Recién hacia 1933, el presidente Franklin Roosevelt puso en práctica el New Deal (Nuevo Trato) en base a ideas keynesianas. El Estado pasaba a ocupar un lugar central en el ordenamiento de la economía. Apareció el Estado dirigista, proteccionista, regulador, que maneja las divisas y crea fuentes de trabajo para hacer crecer la demanda y el consumo. Y los monopolios resultaron fortalecidos.

En América Latina, la crisis tuvo repercusiones políticas además de las económicas. Proliferaron los golpes militares. En la Argentina, se produjo el primer alzamiento militar exitoso del siglo XX. El 6 de septiembre de 1930 el presidente Hipólito Yrigoyen fue derrocado, así como todas las autoridades legítimas, ya fueran nacionales, provinciales o municipales. La crisis económica no fue la única causa del golpe militar encabezado por el Gral. Uriburu, que devolvió el poder político a la clase dominante tradicional. Ésta, posiblemente se convenció de que, por métodos legales —elecciones limpias—, nunca derrotaría al radicalismo. Una vez recuperado el poder, esta clase conservadora y liberal, también introdujo reformas keynesianas al sistema. Es decir, fundó en la Argentina el Estado dirigista, proteccionista y regulador.
En circunstancias tan críticas, excepcionales, el estatismo salvó el capitalismo. ¿Lo salvará nuevamente en el 2008? ¿Otra vez las pérdidas serán socializadas y después, las ganancias, quedarán privatizadas?

Juan Antonio Vilar

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