A continuación, intentaremos realizar un recorrido por algunas nociones y conceptos que consideramos fundamentales para entender la economía. Los temas que se expondrán sobre las cuestiones vinculadas al capitalismo y su entorno están incididos por una visión subjetiva, como cualquier explicación existente, y por ello nadie puede garantizar la verdad de una u otra visión; cada uno debe reconstruir la suya, según le parezca más razonable y más fundamentada.
Sociedad y Economía
Para llevar adelante la lucha por la supervivencia, adaptar la naturaleza a nuestras necesidades y producir los bienes y servicios necesarios, se requiere realizar una actividad que no es individual, sino social, y a la que denominamos actividad económica. Esa es la razón por la cual nuestro enfoque de la economía es un enfoque humano, en el sentido de que el motivo principal, el fin último de la actividad económica, es generar la base material que le permita vivir mejor al conjunto de la sociedad. Por eso, cuando analizamos la bondad de un sistema, de un plan, de una política o de una medida económica, observamos si contribuye a mejorar la calidad de vida de la gente. Ese es el criterio básico para nuestro análisis. Claro que, cualquier sociedad donde exista la división del trabajo y la especialización, necesita una forma de organización que movilice a sus integrantes, ordene su acción, y defina de qué manera se van a resolver los grandes interrogantes: qué producir, cómo producir y cómo distribuir lo producido socialmente.
Economía de mercado y capitalismo
En nuestra sociedad capitalista, quien decide eso es el empresario. Este dispone de un capital que le permite acceder a distintos medios de producción, aunque para ponerlos en funcionamiento necesita trabajadores, aquellas personas que no tienen medios de producción de su propiedad, por lo que deben vender su fuerza de trabajo para conseguir ingresos y así adquirir los bienes y servicios necesarios para sobrevivir.
¿Cómo se logra en ese marco (si cada empresario puede producir lo que desea) que se produzca a nivel global de manera que haya disponibilidad de los bienes y servicios necesarios, y que no se generen grandes desequilibrios? Es decir, cómo evitar, por ejemplo, que todos produzcan lo mismo (y que haya un exceso) y que falten otros bienes esenciales. Serán los mecanismos del mercado, a través de los precios, los que orientarán las decisiones del empresario, que actuará con libertad limitada y condicionado por las lógicas del sistema. Esas lógicas surgen de un factor fundamental, característico del capitalismo, que es la competencia. Ésta determinará, más allá de la voluntad individual de cualquier agente económico, las conductas de todos los que intervengan en este sistema. La competencia llevará a que cualquier persona que inicie una actividad económica deba luchar por sobrevivir, para lo cual deberá buscar eliminar a sus competidores ganándoles mercados y clientes. Esas son las “reglas de juego” del mercado capitalista.
Por lo tanto, la búsqueda de la máxima ganancia se convierte, por una presión del sistema, en la prioridad absoluta de cualquier empresario (más allá de su voluntad individual). Cualquier otro factor o consideración se subordina al fin principal de la rentabilidad. Aunque se trate de dejar de lado cuestiones humanitarias o de cualquier otra índole. El empresario individual no tiene opción: o gana, invierte y se hace más competitivo, o lo hará mejor su competidor y lo desplazará. La producción de bienes y servicios en esta sociedad, no estará guiada por la satisfacción de las necesidades de todos los seres humanos, sino que sólo se producirá para satisfacer necesidades solventes, es decir, sólo las de aquéllos que tengan capacidad adquisitiva. Quienes no tengan ingresos por cualquier circunstancia (desocupados, ancianos, enfermos, menores, etc), no existen para el mercado. Y si no hubiera otras vías de acceder a bienes que son indispensables para la vida, esos seres humanos estarían condenados a morir. Este mecanismo, si bien obliga a tener un comportamiento centrado en mejorar y ampliar la producción, provoca grandes males desde el punto de vista social y ambiental, ya que todo se supedita a la lucha por obtener la máxima ganancia. En tal caso, si se desea evitar esos impactos negativos, serán necesarias fuerzas “extra mercados” que operen para evitar males mayores.
Dicho proceso va a ir generando diferentes consecuencias. Por un lado, una tendencia a la concentración económica, con pocas empresas cada vez más grandes (a costa de muchas que van quedando en el camino, golpeadas por la competencia), y con crecientes desigualdades sociales. Por otro lado, se van generando otros males, que la lógica pura del mercado no va a solucionar (sino que va a agravar), ya que es la causa generadora. Así, el desempleo, la exclusión, la pobreza y otros males que afectan a sectores importantes de la sociedad, van a ser una característica del funcionamiento de este sistema de mercado autorregulado; y si la sociedad desea evitarlos tendrá que actuar sobre el propio sistema económico, modificándolo. También esa lógica irracional, de producir para ganar, para producir más para ganar más, no se detiene frente a la depredación ambiental que genera, ya sea por la destrucción en gran escala de recursos no renovables, o por la eliminación de desechos contaminantes que la naturaleza no alcanza a procesar.
Economía, riqueza, relaciones sociales y estructura social
Para realizar una actividad económica en el marco de nuestro sistema capitalista, el empresario tiene que invertir su dinero en los elementos necesarios para producir. Su objetivo es lograr dinero al cabo de su actividad, pero en un monto mayor al invertido, obteniendo así una ganancia. Una vez logrados los elementos necesarios y contratados los trabajadores, el empresario pondrá en marcha el proceso de producción. Finalmente, con el bien o servicio final obtenido, vuelve al mercado para vender su producto y hacerse nuevamente de dinero. Con la ganancia obtenida el empresario deberá tomar una parte para su consumo, pero guardará un monto para volver a invertir en la actividad económica. Pero además de generarse y distribuirse riqueza, en todo el recorrido realizado por el capitalista también se generaron nuevas relaciones sociales (el empresario con los proveedores, los dueños de los inmuebles, los trabajadores, los comerciantes, los consumidores finales). De este modo, junto a una determinada estructura económica, con división del trabajo y especialización, con sectores y ramas diferentes (agro, industria, comercio, finanzas, etc) se va conformando una determinada estructura social.
La dinámica de cualquier sistema capitalista mostrará siempre una tendencia a la lucha competitiva y a la búsqueda de la máxima ganancia, y a la reinversión de una parte sustancial de esta última para mejorar la capacidad competitiva. Esto dará como resultado una ampliación de la producción y de la capacidad productiva del sistema, lo que de mantenerse llevará al crecimiento económico. Pero también sucede, en todo sistema capitalista, que el crecimiento es una tendencia no lineal, sino cíclica. Esto es, habrá momentos donde las condiciones llevan a una mayor producción, ocupación, ganancias, demanda, etc; y habrá otros donde aparecen obstáculos que producirán un freno de la economía y una eventual crisis. Muchos perderán y algunos saldrán gananciosos y fortalecidos, en nuevas vueltas del proceso de concentración. En la dura competencia capitalista no todos están en iguales condiciones. Las diferencias sociales se harán más pronunciadas y los males del capitalismo se irán agravando progresivamente.
Estado, política, cultura y medios
Es indudable que si la lógica pura de la competencia rigiera la totalidad de las relaciones sociales en el capitalismo, habría una tendencia hacia la autodestrucción de la naturaleza y del propio género humano. La depredación generada por los mega emprendimientos, que sólo buscan la máxima ganancia, no tendría ningún límite y los cada vez más amplios sectores de la población sin recursos no podrían acceder a los bienes y servicios necesarios para su subsistencia. Pero más allá de que muchas de estas características se van extendiendo en todo el planeta, existen elementos que han servido para atemperar la competencia impersonal y salvaje del mercado. Por un lado, instituciones y culturas que se basan en la solidaridad y la cooperación permiten la vida de quienes no tienen ingresos propios. Por otro lado, el Estado, que con su actuación interviene en la vida social y modifica las conductas y comportamientos de sus integrantes, dado el poder que posee para actuar y orientar muchos acontecimientos, incluida la propia actividad económica.
Más allá de la visión idílica del Estado como la representación del conjunto de la sociedad, la realidad muchas veces nos muestra otra cosa. A través de las decisiones estatales es posible mejorar la realidad de la gran mayoría de la población, pero también actuar para unos pocos. Pero ¿por qué el Estado no representa al conjunto de la población? Porque éste es un espacio más de disputa entre las clases y sectores que componen una sociedad. Y esas clases y sectores que compiten denodadamente en el marco de la economía, también luchan por el control del Estado para que éste sirva a sus intereses. Depende de quién llega al gobierno, del poder de presión de los grupos y sectores, de la mayor o menor participación ciudadana en las decisiones, etc, que un Estado funcione en beneficio de la gran mayoría o de una minoría.
La dinámica de la competencia salvaje, la concentración y la depredación, se puede modificar con acciones políticas (leyes, medidas, disposiciones, regulaciones, etc). El tema es ¿cómo y con qué sentido se modifica la realidad? Para ello hay que analizar las políticas públicas. Y también cómo funciona el sistema político.
En un régimen democrático, se supone que la población elige libremente a sus gobernantes, que serán sus representantes y que buscarán actuar en beneficio del conjunto. Como la lógica política indica que quienes llegan al poder buscan permanecer en el mismo el mayor tiempo posible, se supone que tratarán de gobernar en beneficio de las mayorías, para luego ser votados por el pueblo. Aunque no siempre será así, ya que muchas veces el poder de ciertos sectores minoritarios es de tal magnitud que amenaza con la estabilidad del gobierno y de la propia democracia. En tal caso, esas minorías usarán ese poder no sólo para dominar el mercado, sino para condicionar las decisiones políticas y orientar la gestión del gobierno en su propio beneficio. Y el problema para los políticos y el sistema de partidos en su conjunto será entonces un doble desafío: cómo gobernar a favor de quienes tienen el poder, para mantener la gobernabilidad y no sufrir su boicot, y a la vez cómo lograr el apoyo y la credibilidad de la gente para volver a ser votados y mantenerse en el gobierno con el consenso mayoritario. Por esa razón, tanto el sistema capitalista, donde unos pocos van concentrando la riqueza y el poder, como el sistema político que está a su servicio, necesitan legitimarse. Esto es, que la sociedad y sus sectores mayoritarios crean que ese es el mejor modo de organización, que esa economía es la mejor manera para producir y distribuir lo que se necesita para vivir mejor, que los males sociales que se generan no son tan malos, que no hay un modo más eficaz que reemplace a este sistema. Además, que quienes nos gobiernan son la mejor opción, o la menos mala, y que si no nos conformamos con eso vendrá el caos y el desorden y perderemos aún más.
Para que pensemos de ese modo es fundamental el rol que juegan los grandes medios de (in)comunicación y (des)información. Son los que naturalizan los males, justifican las atrocidades y permiten que se pueda seguir con este círculo vicioso de corrupción y explotación. Entonces, sin darnos cuenta de lo que pasa en la realidad, nuestro sistema de valores se va adaptando al salvajismo de la economía de mercado capitalista, el egoísmo de esa competencia se traslada al resto de las relaciones sociales, la cultura del “sálvese quien pueda”, del “no te metas”, de despreocuparse de lo que suceda a nuestros semejantes, se asume naturalmente.
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