lunes, 6 de abril de 2009

Entre Ríos: se nos viene la tormenta


La siguiente nota, elaborada por Luis Lafferriere, fue publicada en el último número del semanario Análisis.


Ubicada en la periferia de la periferia del capitalismo mundial, la provincia de Entre Ríos parece estar condenada a sufrir no sólo por los efectos de la lógica fría del mercado salvaje, sino también por la incapacidad, la desmedida ambición y la corrupción de sus gobernantes. La difícil situación en la que vive la mayor parte de su población tiene causas muy variadas, algunas provienen del contexto nacional y mundial en la que se inserta la provincia, y otras se relacionan con la responsabilidad de los propios actores entrerrianos con capacidad de incidir en el rumbo de nuestra sociedad (empresarios y políticos fundamentalmente).

El llamado neoliberalismo que se impuso en casi todo el mundo en las últimas décadas, se llevó adelante en la Argentina a partir de los años ’90 de la mano del menemismo, que completó la obra iniciada por la última dictadura militar. En esos años se terminó de destruir el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, y se fue esbozando un nuevo modelo económico y social, más concentrado, excluyente y vulnerable, con unos pocos beneficiados y una gran mayoría relegada (entre los millones de sobrantes y los que luchan por no caer debajo de la línea de flotación).

En paralelo, el neoliberalismo asoló también a Entre Ríos de la mano del Partido Justicialista (hegemonizado por el bustismo), con ajustes, privatizaciones, concentración económica, entrega de nuestros recursos legítimos al Estado central, clientelismo con dinero de los ciudadanos y numerosos actos de corrupción de muchos de sus funcionarios. También se fue expandiendo el modelo de monoproducción de soja transgénica, con sus secuelas de mayor concentración, de expulsión de la población rural y de una gigantesca contaminación que afecta a gran parte de la población expuesta a la fumigación que requiere su producción.

En ese marco, desde el año 2003 pudimos vivir una situación de alivio relativo, gracias a un contexto mundial abiertamente favorable (por los altos precios de nuestros productos primarios). En este período mejoraron sustancialmente los ingresos tributarios, tanto de recaudación propia como los coparticipables, lo que logró recomponer la situación fiscal, pero a costa del deterioro de los salarios del sector público y de mantenerse contenidos muchos gastos sociales (afectando los servicios públicos que reciben los sectores mayoritarios de la sociedad). Sin embargo, esa abundancia de fondos que llegaron merced a una situación que ni siquiera generó la propia política provincial, no fue aprovechada tampoco para preparar a Entre Ríos ante una eventual reversión del ciclo económico, como comenzó a suceder a partir del año 2008.

Como todo ciclo capitalista, llegó el momento de su final y lamentablemente no nos encuentra en buenas condiciones como para soportar los rigores de la tormenta que se avecina. Al igual que en ciclos anteriores, el manejo irresponsable de los recursos en el momento de auge no llegó a beneficiar a amplios sectores de la población, por lo que es probable que ahora en la caída se busque descargar los costos del ajuste sobre esos mismos sectores, con el argumento de “la crisis mundial”. Si bien están llegando las primeras brisas (elevada carestía de la vida, marcada disminución de las ventas, baja de la producción y de los ingresos, menor recaudación propia y coparticipada, etc.), el impacto de la crisis será muy duro.

Pero la forma en que afecte a cada sector dependerá de su fortaleza y de la resistencia que pongan, frente a la clara insuficiencia de las políticas públicas anunciadas y de su fuerte orientación regresiva, que sólo atinan a mantener las líneas esenciales del mismo modelo concentrado y excluyente que se ha construido, aunque con pésimas perspectivas para los sectores perdedores una vez desatada la tormenta. Es de esperar que los sectores económicos más poderosos busquen protegerse con mejores herramientas y más equipados para semejantes contingencias. Pero es preocupante que la conducción política no dé señales de estar preparada (ni de tener intenciones) para asumir la representación de los sectores populares, que se hallan en una situación más vulnerable, y sólo se limiten a repetir la vieja fórmula ortodoxa de ajustar, ajustar y ajustar (más impuestos, mayores tasas, más tarifas, menos sueldos, menos haberes, etc).

Preocupados sólo por sus individuales intereses, la dirigencia entrerriana sigue jugando el mismo juego de siempre, en el marco de un sistema nacional y mundial que privilegia a favor de los más poderosos. Incapaces de entender la gravedad de la crisis que recién asoma, piensan curar el cáncer con aspirinas, y al actuar así están condenando a la gran mayoría de la sociedad a sufrir nuevos horrores. Una crisis de la magnitud que se presenta en esta oportunidad sólo tiene salida favorable en el marco de un cambio de fondo (social, cultural y político), con una nueva economía, humana y sustentable, que sirva de base material para una nueva sociedad.

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